Título: Afirmando

Autor(es): Teresa Claramunt

Fecha: 1905

Temas: Anarquía

Notas: Publicado originalmente en El Productor, Barcelona, 9 de diciembre de 1905. Extraído desde «Teresa Claramunt, la virgen roja barcelonesa».

Fuente: Recuperado el 16 de septiembre de 2014 desde viruseditorial.net

Teresa Claramunt

Afirmando

Si anarquía significa no autoridad, no imposición de fórmulas ni reglas, y si proclama la independencia y descentralización de los individuos para que no estén encadenados a la conveniencia de la sociedad, el comunismo que no es otra cosa que una fórmula de convivencia social, es su antítesis, mientras que el individualismo es su más neta afirmación, pues éste está basado en la más absoluta independencia, en la reconcentración de uno mismo.

En una polémica recientemente sostenida sobre el comunismo y el individualismo en una revista se ha afirmado que para que la armonía sea un hecho en la sociedad anárquica ha de existir la subordinación voluntaria del individuo para con la colectividad, lo que demuestra claramente que los individuos han de ser esclavos de lo que sancione la sociedad al grito unánime del beneficio social.

Basándose el comunísimo sobre la base falsa propagada por Elias Reclús, de que «la sociedad es la madre del individuo y no un atributo de ésta», los apóstoles de la idea en camino nos hacen de él el punto de partida que determine nuestro modo de obrar para que nuestras acciones «no perjudiquen el bien social», cosa absurda, pues del movimiento constante de cada individuo determinado por la satisfacción de sus necesidades y sin que tenga en cuenta nada más que el goce personal de su yo, dará por resultado la armonía de la sociedad sin necesidad de que los individuos se subordinen a nada ni a nadie.

Si tenemos en cuenta que el hombre siempre que obra lo hace al impulso de buscarse un placer para evitarse el dolor, está por demás que una vez enderrocados los prejuicios, base de todas las tiranías, sentemos como premisa para el desenvolvimiento de la vida ninguna norma, pues haciendo cada uno lo que mejor le plazca ha de venir en beneficio de los demás.

El mismo Kropotkine afirma nuestra teoría al decir que «el comunismo sin la anarquía como fin y como medio es la servidumbre», o dicho mejor, que mientras que el bien general sea el punto de partida y no la resultante de las acciones individuales, no existirá la personalidad y el hombre obrará a impulso de un fantasma que nunca podrá ser el mismo.

Si en política marchamos a la destrucción de toda regla que niegue al individuo, justo es también dado el impulso que ha tomado la maquinaria de que en economía busquemos que la vida de uno no esté sometida a la de los demás, y que cada uno haga lo que quiera sin que ningún imperativo moral del deber le trace el camino que ha de recorrer en la vida, pues no hay cosa que más rápidamente aniquile, que el pensar, el sentir, obrar y trabajar sin una necesidad interior, sin una profunda elección personal.

Buscando cada uno la satisfacción propia de sus necesidades sin preocuparse si esto perjudica o no a la sociedad, la vida de ésta será fecunda y armónica, mientras que buscando la satisfacción de los otros resultará que uno sea sacrificado en sus deseos y pasiones sin hacer nada útil, pues nadie tanto como el individuo para conocerse a sí propio y saber cuáles son sus pasiones y deseos.

Si un individuo busca corregirse y hacer el bien por los consejos de otro, de inconsecuencia en inconsecuencia llegará a la impotencia, al estado de la momia que no sabe hacer nada sin el dictamen de un jefe, cuando lo natural y positivo es corregirse por consejo de uno mismo.

En cada hombre existe el egoísmo de querer pertenecer a él sólo, pero este egoísmo está dormido debido a la decadencia producida por una moral que las religiones han cuidado de imponer a los pueblos para dominarlos.

Despertemos este egoísmo y el hombre habrá llegado a conocerse, a destruir todas las preocupaciones instituidas por los moralistas para declararse único propietario de su vida ya que ésta a nadie más le pertenece.

Cuando cada uno de nosotros nos despojemos del poco cristianismo que todavía circula por nuestra médula para no basar nuestra causa sobre ningún principio abstracto que nos niegue, sino sobre nosotros mismos, será cuando las sanciones, los dogmas y el autoritarismo que a cada instante se manifiesta en nosotros, comenzará a desaparecer para dejar al hombre y a la mujer libre de todos los prejuicios viviendo la vida natural, pero mientras esto no seamos, perteneceremos a todo el mundo, sin llegar a pertenecernos a nosotros.

Hasta hoy las ciencias no han hecho más que estudiar el conjunto y olvidar las partes para deducir que lo primero es la voluntad adormecida, nunca es de más tampoco el que, a la vez expongan las teorías más radicales los anarquistas arengando al pueblo para convencerle del derecho que le asiste en apropiarse de los medios de producción y trabajar por cuenta propia, anulando la entidad burguesa, por eso yo en mi sentir anarquista no diré al pueblo que pida el que se atenúe el rigor penitenciario, lo que sí le diré y le digo que trabaje para derrumbar las cárceles; tampoco abogaré para que destituyan a tal o cual esbirro a no ser que sea por el sistema cuya clasificación tacharía el fiscal, y así de deducción en deducción los que me leen llegarán por sí mismo al punto que me propongo.

Como yo creo que piensan muchos más.

Por eso he dicho que no todos, por fortuna, luchan únicamente para que se les explote tan sólo ocho horas.