Título: Anarquismo y sindicalismo
Fecha: 1920
Temas: Anarcosindicalismo Anarquía Anarquismo Sindicalismo
Notas: Esta conferencia fue pronunciada por Salvador Seguí el 31 de diciembre de 1920 en la prisión del Castillo de la Mola (Maó, Illes Balears).
Fuente: Recuperado el 21 de junio de 2013 desde portaloaca.comLos anarquistas en los sindicatos. Labor a realizar
El Estado ruso. La función de los Sindicatos
El sindicalismo y el problema de la cultura
El genio del anarquismo y el hombre práctico del sindicalismo
Es creencia general que el sindicalismo no significa nada. Los equívocos que alrededor de esta negación se han formado son tantos, y algunos de tal magnitud, que conviene, de una vez para siempre, deshacerlos, destruirlos.
Que el sindicalismo no es nada, no sería nada, sin la espiritualidad irradiada del anarquismo, como afirman algunos, es condicionalmente verdad. Pero sólo condicionalmente.
El anarquismo es una gradación del pensamiento humano. Diríamos, mejor, que es la gradación más alta del pensamiento humano. Es una consecuencia lógica de las diversas fases que, a través de los tiempos, han sufrido las ideas, pasadas por el filtro del sentimiento.
Todas las ideas no son nada sin las personas que las crean. Si las personas no las creasen, no existirían. Por lo tanto, pues, las ideas han sido determinadas por las personas.
La anarquía, repitámoslo, no es anterior al ser humano, porque si fuera así, los anarquistas dejarían de ser, espiritual y moralmente, lo que fueron y lo que son, para rendir culto fanáticamente a lo sobrenatural.
En este caso no se distinguirían los principios anarquistas de los deístas.
Y, precisamente porque las ideas son creadas por el ser humano, concebidas por el ser humano, tienen consistencia y valor humano. En caso contrario, ya lo hemos dicho, nada serían; nada valdrían. Serían, sí, un valor negativo. Serían una negación de la conciencia de las personas. Concretemos.
Cualquier idea que no pase o que no haya pasado por los procesos de la evolución no es más que elucubraciones mentales.
El anarquismo tuvo que pasar por este proceso evolutivo del que hablamos. Si no fuera así, no se concebiría la anarquía como manifestación humana.
Tenemos que tener en cuenta también otra cosa. Que todas las ideas, tanto las más modestas como las más atrevidas, han sufrido este proceso de evolución. Lo demuestra el hecho que ni una sola de las concebidas ha sido llevada a la práctica, se ha plasmado en realidad, en su concepción primitiva, en su integridad y pureza. Así las religiones; así todas las concepciones filosóficas, económicas y políticas. Así nuestras ideas.
Hasta incluso algunas, de la concepción a la realización, han dejado en el tránsito pedazos de sus principios.
Ahora bien. Con cuanta más fe luchemos y cuanto más integramente sea planteada la lucha, más pronto y más felizmente se llegará a la realización de las ideas. De lo contrario, tardarán más a realizarse cuanto más indiferentes seamos.
Pero tengamos en cuenta también, no lo olvideis, porque el desengaño sería funesto, que las ideas pierden la integridad de la concepción originaria, de la misma manera que todas las ideas se bifurcan, con tal que se puedan llevar a la práctica, más o menos tarde, por los nuevos caminos abiertos, el de realización más inmediata.
Una idea puede dar margen a nuevas concepciones ideológicas; a nuevas exposiciones. Puede ser motivo para crear organizaciones que, basándose en la concepción espiritual de la misma idea, cree de nuevas. Y aunque fundamentalmente no sean las mismas, no se pueden diferenciar en nada.
Eso pasa con el sindicalismo. Porque el anarquismo, asentemos esta afirmación, da lugar al sindicalismo.
El sindicalismo es la base, la orientación económica del anarquismo. Digamos que es la concepción. La anarquía no es un ideal de realización inmediata.
No lo limita nada. Por su extensión espiritual, es infinito. Para su implantación, no tiene lugar ni tiempo. En el orden social de las ideas, las personas no conseguirán dominarlo nunca.
Hagamos otra afirmación referente al anarquismo, y es: que siendo la concepción ideal de la vida de las personas, no llegará a tener realización, porque es una perfección tal de pensamiento que por tenerla hace falta pasar por fases del definitivo.
Al contrario de lo que ha pasado con las religiones positivas, que dieron formas tangibles a todo aquello que se propusieron que las tuviera, el anarquismo, por los motivos antes expuestos, no lo pude hacer.
Admitiendo que el anarquismo, a través de los tiempos, pudiera ser una realidad, no dudeis que —antes— dará margen a la creación de otras concepciones y otras escuelas, nacidas, evidentemente, de la concepción primitiva de la Idea.
El anarquismo no llegará a hacerse realidad en su verdadera filosofía. Sería tanto como definirlo y matarlo. Y eso, no.
El anarquismo no tiene un origen material. No nace en un punto para morir en otro. Es propio de la inteligencia y del sentimiento. Es la suma, como decíamos, de perfecciones humanas.
Por eso, anarquismo es ya individualismo. De la misma manera que aquel ideal en su integridad es individualista, hay también la concepción colectivista que acepta las cosas más fácilmente realizables del anarquismo.
Es innegable, por tanto, que nuestra organización, que el sindicalismo, es hijo espiritual del anarquismo ¿Y qué significado tiene el sindicalismo?
Históricamente, es el resultado y una condensación del proceso del pensamiento; ideológicamente, es la condensación del pensamiento al cual dieron vida los compañeros de la Interrnacional; práticamente es el arma, es el instrumento del Anarquismo para llevar a la práctica aquello más inmediato de su doctrina.
Dicen que el sindicato no es nada. Se niega el valor del sindicato. Esta afirmación es un error. El sindicato es. Es cerebro. Cerebro y brazo. No se puede comprender el uno sin el otro. Creo que los anarquistas pueden estar orgullosos si el sindicalismo y su instrumento, el sindicato, plasman en realidad alguna o algunas de las concepciones del Anarquismo. El sindicalismo tiende a usufructuar las prerrogativas que le son propias en el orden social.
Es claro que el sindicalismo no es anarquismo. Pero sí que es una gradación del anarquismo.
También se dice que el sindicalismo no tiene ideas propias. No es cierto. Es un error más en otra afirmación.
En los congresos celebrados en los años 1910, 15, 16, 18, 19, el sindicalismo llega a precisar que se amparará de los instrumentos de trabajo. Y cuando se habla de la idea práctica del comunismo, se dice que eso es anarquismo. Sí, bueno bien. Pero ¿de qué instrumento se valdría el anarquismo para conseguir la realización de su postulado económico? Del sindicato ¿verdad?
El anarquismo da alma y espíritu al sindicalismo. Pero que nadie dude que el sindicalismo es una promesa y una garantía para la precipitación de las ideas anarquistas.
¿Quién niega que el sindicalismo plantea y resuelve el problema económico, problema de los problemas? ¿Quién osará negar que el sindicalismo revolucionario y libertario, en su concepción económica, quién dudará, quién negará, repito, que sea el auxiliar poderoso y eficaz del anarquismo?
Helo aquí la virtualidad del sindicalismo. Por esta razón no estamos de acuerdo con los socialistas. Ellos hacen hombres que no creen en su personalidad.
Los socialistas, con la obra que realizan retrasan el momento de la posesión integral de las prerrogativas sociales de la humanidad. Mientras haya quien crea que los problemas no los hemos de resolver por ellos mismos, delante de ellos mismos, , sino que su solución depende de los otros, el ser humano no hará nunca nada. Quien crea en la organización es un esclavo.
La virtud del sindicalismo, como tiene ideas propias, es revelar y substituir los factores del capitalismo y de la burgesía.
La organización profesional del sindicalismo, orientado en un sentido revolucionario y libertario, se acerca al anarquismo.
Sindicalismo es la agrupación natural de los elementos de una misma profesión. Éste no solamente sustituirá los valores burgeses y capitalistas, de los cuales he hablado antes, sino que dará garantías de moralidad y personalidad no dadas, hasta ahora, por ningún régimen burgués.
El sindicalismo, digámoslo ya, es la avanzada del anarquismo.
Algunos anarquistas, cuando creen que la organización no ha de ser estatal, ¿qué se proponen? Dirán que hacer prácticas de Anarquismo para llegar a una casi perfección. ¿Y no puede ser, no podría ser, que los compañeros del [18]68 y del [18]73, en sus Congresos, y a pesar de sus manifestaciones sectarias, previeran y comprendieran que el aspecto económico del Anarquismo tuviera una inmediata realización? Yo creo que sí.
Ciertos aspectos de los problemas que el Anarquismo plantea, pueden realizarse.
¿Quiénes, si no los trabajadores, estaban en condiciones de comprender nuevas concepciones del Pensamiento? ¿Quiénes, si no los trabajadores, pueden llevar a cabo un movimiento de renovación?
Mas dudo haya nadie que crea asistir a la derrota de los valores económicos del mundo capitalista y burgués; que asista al derrumbamiento de las falsas y viejas concepciones, burguesas también, sustituyendo valores y concepciones con los problemas que en su integridad plantea el Anarquismo. Digamos, porque a la verdad nos debemos, que vamos al planteamiento de los problemas parciales del Anarquismo.
La misión de los anarquistas, está en los Sindicatos para velar por la vida de éstos y orientarlos.
No desamparando la acción sindical, más influencia ejercerán; más libertarias serán las organizaciones; antes precipitarán el advenimiento de una nueva sociedad.
Los anarquistas deben hacer práctica de la concepción anarquista dentro de los Sindicatos. El apartamiento de los anarquistas de las agrupaciones profesionales, es un suicidio. Todo debe y puede hacerse en los Sindicatos.
De ninguna manera quiere eso decir que aquéllos disuelvan los grupos que tuvieren constituidos. No; de ninguna manera. Por el contrario, pueden integrar los Sindicatos. Cuanto más influencia ejerzan, más Anarquismo y más anarquistas harán. Hoy no asusta, como en otro tiempo, el Anarquismo, y ello es debido a los trabajos de convencimiento realizados. Gracias a la influencia ejercida por los anarquistas, pudo darse el caso de que la organización sindicalista aceptara, en los Congresos Regional de Cataluña y Nacional de los años 1918 y 1919 respectivamente, la declaración terminante de que nos dirigíamos a la conquista del comunismo libertario, cosa que quizá se hubiera rechazado en el año 1914 por el apartamiento de los anarquistas de las organizaciones.
No son los grupos anarquistas, ni las organizaciones estatales, quienes tienen que organizar y regularizar la producción. Son los Sindicatos.
No somos leninistas porque no creemos que el Estado sea, por más revolucionario y socialista que se titule, quien debe usufructuar los elementos de producción. Quien únicamente tiene solvencia para ello son los Sindicatos. En primer lugar porque son más morales. Después, porque son más competentes.
El Estado ruso, por esencialmente socialista que sea, no es el llamado a distribuir la producción. Eso sería tanto como hacer creer a los hombres en un factor sobrenatural. Ya en Alemania se han producido varios fracasos con un Estado socialista. Y aun cuando la situación no sea la misma allí que en Rusia, es significativa la incompetencia del Estado.
Se han producido dos grandes movimientos huelguísticos. Uno el de Westfalia y otro el de Essen. ¿Por qué esto? Sencillamente. Porque el Estado hace mal lo que los Sindicatos harán bien.
Por eso los negocios de la producción no pueden estar en manos del Estado, ni de los grupos anarquistas, éstos como culminación del extremismo.
Distribuirán y normalizarán la producción, el consumo y el cambio ─llevemos esta idea al ánimo de los trabajadores─ los Sindicatos, ya que el Sindicato se hace suya la concepción anarquista del postulado económico.
No estamos en período de preparación, sino de realización.
A los Sindicatos han de ir a darles fuerza y relieve los sectores de la acción y la educación.
Los grupos de afinidad vendrán como superación a las organizaciones sindicales.
Y cuando sean realidad tangible nuestros deseos; cuando nuestros esfuerzos revolucionarios hayan culminado con el triunfo del proletariado; cuando el hombre, de esclavo pase a ser libre, procuremos que todos los valores de la vida humana tengan representación en el Sindicato y tengan todos los hombres mayor garantía de personalidad, independencia y emancipación.
Tengámoslo muy presente, porque de lo contrario será vano esfuerzo el que realicemos. Rusia ha triunfado revolucionariamente, pero no ha podido vencer económicamente por no haber dado el Poder a los Sindicatos, se sobreentiende que no el Poder para imponer una dictadura, sino el Poder para regularizar la producción.
Habrá, aquí o allá, donde sea, más o menos perturbaciones, pero más o menos tarde también, la responsabilidad de la producción, del consumo y del cambio, irá a manos de las organizaciones profesionales.
Estamos perdiendo lastimosamente el tiempo negando virtudes al Sindicato, virtudes que ciertamente nadie ha dado, pero que en cambio puede tener. Eso no son más que elucubraciones mentales. Puede ser un criterio personal, muy respetable por cierto y nadie discute. Y precisamente porque la respetabilidad de las opiniones no es discutible, no discutamos tampoco virtudes.
¿Que el Sindicato es algo amorfo? Démosle espiritualidad. Elevémosle, elevándonos nosotros por encima de pasiones y discusiones estériles e insustanciales y hagamos todos por que cumpla la finalidad económica más inmediata y que le está reservada para realizar.
El Sindicalismo o el Sindicato, es una garantía, la mayor garantía, dentro de un régimen proletario.
La revolución social, con nuestros Sindicatos, puede quedar afianzada 24 horas después de su triunfo. Para ello, claro, necesitamos una extensa y profunda preparación.
Se nos presenta otro problema importantísimo que el proletariado debe resolver. El de la cultura.
¿Qué harán los trabajadores al día siguiente de la revolución con respecto a este problema? ¿Qué harán de los Ateneos, de las escuelas, de las bibliotecas, de los institutos profesionales, etc., los trabajadores?
La labor a realizar la encomienda el Sindicalismo a los grupos de afinidad, a los diferentes sectores de la inteligencia que integren nuestros Sindicatos.
Si la preparación, nuestra preparación es lo fecunda que deseamos y procuramos hoy sea, al día siguiente de la revolución, destruiremos, así, destruiremos, todo cuanto en el orden de la cultura nos pueda ser perjudicial.
Si destruimos Universidades, y destruimos Ateneos, en cuanto al aspecto moral que en este momento damos a la palabra, habremos realizado una obra fecunda contra la rutina imperante.
Hemos de crear nuestras Universidades y nuestros Ateneos.
Si no podemos, si los acontecimientos nos sorprendieran, si no tuviéramos tiempo, nos aprovecharíamos de lo que hubiese realizado la burguesía en este sentido. Lo que sí haremos, aun en último caso, es arrancar de cuajo lo malo, lo perverso y lo inútil. Utilizaríamos lo utilizable de la burguesía y entre tanto, realizaríamos definitivamente nuestra labor.
Esto haría el Sindicalismo en el problema de la cultura. Esto hará indiscutiblemente.
Valgámonos de imágenes para explicar la concepción filosófica del Anarquismo y la orientación práctica del Sindicalismo.
En un pueblo cualquiera de la Tierra preséntase el Genio encarnado en un hombre. El Genio tiene una concepción humana de la Vida.
Estudiando las diferentes escuelas filosóficas; compulsando todas las ideas, ha llegado a la conclusión de que los demás hombres no saben vivir sin odios, sin miserias, sin recelos, sin necesidades y sin injusticias. La veleidad y el orgullo juegan un papel importante en la vida de aquellos hombres.
Pero el Genio tiene ideas propias, con una filosofía propia, siendo lo que podríamos llamar un aristócrata del Pensamiento.
Tiene soluciones a los problemas de la economía y de la cultura.
Abarca tal extensión su pensamiento, es tan inmenso, que el Genio no puede de una vez plasmar en realidades sus concepciones.
Al pueblo donde el Genio llegara, encontró a otro hombre. No era Genio, pero era un hombre práctico y además inteligente.
El Genio-Hombre, inició al Hombre práctico en los secretos de lo que él llegó a concebir. El Hombre comprende al Genio y es poseso de la fe que a éste anima.
Pero conocedor de los otros hombres y de las costumbres de los otros hombres, y amante, al fin, de las realidades inmediatas, le dice al Genio:
— Aquí es imposible hacer cuanto deseas. Conozco a esos hombres, tengo sobre ellos ascendente, me estiman por los años que hace convivo con ellos, me consideran y me respetan, y por esa razón puedo decirte que si les expusieras lo que a mí me expones, te creerían un desequilibrado. Sin embargo, en cuanto me has expuesto hay ideas que pueden ser realizadas e implantadas casi inmediatamente. Esa gente quiere eso. Realidades. Desgraciadamente le asusta el pensar. Quiere cosas factibles. Quiere, al exponer incluso su existencia, que del resultado de su exposición obtengan, por lo menos, un provecho material los suyos. Quizás más adelante consigamos despertarles la conciencia. Hoy no les harías interesar en tus proyectos ideales. A pesar del respeto que me he conquistado entre esos hombres, no lograría conseguir que tus concepciones humanas hicieran presa de sus cerebros. Me comprometo, sí, a hablarles, a que me escuchen, incluso a que te secunden en tu plan económico. A nada más me comprometo. Yo sí. Yo prometo no cejar en la siembra de la semilla que depositas en mi cerebro.
— Bien ─contestó el Genio─. Comprendo y me explico tus temores. A tu conciencia, a tu inteligencia y a tus sentimientos, dejo realices lo más inmediatamente posible las ideas que creas están en consonancia con el sentir y el pensar de esa gente.
Eres un hombre práctico y me sirves.
El Genio que así hablaba al Hombre, era el Anarquismo. El hombre práctico e inteligente, era el Sindicalismo. Constancia en el propósito y confianza en nosotros mismos.
Y ahora, amigos míos, dejadme que diga esta noche mis últimas palabras. Que en estas horas de recogimiento, en las que nos une el dolor y una luminosa esperanza de manumisión económica y espiritual, hagamos una profesión de fe, de constancia en el propósito y de confianza en nosotros mismos.
Muchas han de ser las noches que nos reunamos como en esta ocasión, para que nos sentamos más nuestros; para que aprendamos a queremos.
Hoy, el azar, nos ha reunido en esta prisión. Mañana el deber, ha de volver a reunirnos. Y siempre, hoy o mañana, juntas o separadas nuestras personas, habremos de elevar el corazón y el pensamiento, por encima de cuanto nos rodea. Sólo así será posible triunfar.
Os decía que es preciso tener constancia en el propósito, porque si en esos ligeros accidentes de la lucha desmayáramos, sería imposible la realización de nuestros ideales.
Confianza en nosotros mismos, porque significa, seguridad, y significa honradez, y significa bondad del propósito.
No creáis en los hombres, en cuanto creer en los hombres significara hipoteca de vuestra voluntad, pero creed en cada uno de vosotros.
Y no desesperemos, pues el calvario a recorrer ha de ser largo.