Título: El catecismo nacional
Fecha: 1866
Temas: Revolución
Fuente: Recuperado el 1 de abril de 2013 desde miguelbakunin.wordpress.comLos catecismos nacionales de los diferentes países pueden diferir en puntos secundarios, pero hay ciertos puntos fundamentales que deben ser aceptados por las organizaciones nacionales de todos los países como la base de sus respectivos catecismos, estos puntos son:
Que es absolutamente necesario para cualquier país desear reunir las federaciones libres de los pueblos para sustituir sus organizaciones centralizadas, burocráticas y militares por una organización federalista basada sólo en la absoluta libertad y autonomía de las regiones, provincias, comunas, asociaciones e individuos. Esta federación operará con trabajadores electos, responsables directamente ante el pueblo; no será una nación organizada de arriba hacia bajo, o del centro a la circunferencia. Rechazando los principios de la unidad impuesta y reglamentada, será dirigida de abajo hacia arriba, de la circunferencia al centro, de acuerdo con los principios de la libre federación. Sus individuos libres formarán asociaciones voluntarias, sus asociaciones formarán comunas autónomas, sus comunas formarán provincias autónomas, sus provincias formarán las regiones, y las regiones irán a federarse libremente en países que, por su parte, crearán a la corta o a la larga la federación universal mundial.
Reconocimiento del derecho absoluto de todo individuo, comuna, asociación, provincia, y nación a separarse de cualquier cuerpo en el cuál esté afiliado.
La imposibilidad de la libertad política sin igualdad económica. Libertad e igualdad políticas son imposibles sin igualdad económica y social.
La extensión y profundidad de esta revolución diferirá más o menos en cada país, de acuerdo con la situación política y social y el nivel de desarrollo revolucionario. Sin embargo, hay ciertos principios que pueden hoy atraer e inspirar a las masas a la acción, independiente de su nacionalidad o de las condiciones de su civilización. Estos principios son:
La tierra es propiedad común de la sociedad. Pero sus frutos y uso deben estar abiertos sólo a aquellos que la cultivan con su trabajo, consecuentemente, la renta y especulación de la tierra deben ser abolidos.
Desde que toda riqueza es producida por el trabajo, quien consume sin trabajar, siendo capaz, es un ladrón.
Sólo el pueblo honesto debe estar envestido de derechos políticos. Tales derechos deben pertenecer sólo a los trabajadores...
Hoy ninguna revolución puede triunfar en cualquier país si no es al mismo tiempo una revolución política y social. Todas las revoluciones exclusivamente políticas ─sea en defensa de la independencia nacional o por cambios internos, o hasta por el establecimiento de una república─ que no tenga como meta la inmediata y real emancipación política y económica del pueblo será una falsa revolución. Sus objetivos no serán alcanzados y su consecuencia será reaccionaria.
La Revolución debe ser hecha no para, sino por el pueblo, y no podrá triunfar mas que envolviendo entusiastamente a todas las masas del pueblo, o sea, en el campo así como en las ciudades.
Organizada por la idea y la identidad de un programa común para todos los países; coordinada por una organización secreta que irá a impulsar no a unos pocos, sino a todos los países en un plan común de acción; unificada, además de eso, por levantamientos revolucionarios simultáneos en la mayoría de las áreas rurales y en las ciudades, la Revolución asumirá y conservará desde su principio, un carácter local. Y esto, en el sentido que ella no se originará con la preponderancia de las fuerzas revolucionarias de un país expandiéndose a partir de, o focalizada, en un único punto o centro. Tampoco tomará el carácter de una expedición burguesa semi-revolucionaria en el estilo imperial romano. Al contrario, la Revolución estallará a partir de todas las partes de un país. De esta manera, será una verdadera revolución popular envolviendo a todos ─hombres, mujeres y niños─ y es esto que hará la Revolución invencible.
En el inicio (cuando el pueblo, con justa razón, espontáneamente se vuelque contra sus torturadores) la Revolución será aparentemente sangrienta y vengativa. Pero esta fase no durará mucho y nunca degenerará en un terrorismo frío y sistemático... Será una guerra, no contra hombres particulares, sino de entrada contra las instituciones anti-sociales de las cuáles sus poderes y privilegios dependen.
La Revolución comenzará, por lo tanto, por destruir, sobre todo, todas las instituciones y todas las organizaciones, iglesias, parlamentos, tribunales, administraciones, bancos, etc, que constituyen la esencia del Estado. El Estado debe ser enteramente demolido y ser declarado en bancarrota, no solo financieramente, sino principalmente política, burocrática y militarmente (incluyendo su fuerza policial). Al mismo tiempo, el pueblo en las comunas rurales así como en las ciudades confiscará en beneficio de la Revolución toda la propiedad estatal. También confiscará toda propiedad perteneciente a los reaccionarios y quemará todos los títulos de propiedad y deudas, declarando nulo todo documento y registro civil, criminal, judicial y oficial. Esta es la manera por la cual la Revolución Social será hecha, y una vez que los enemigos de la Revolución sean privados de todos sus recursos, no será necesario aplicar medidas sangrientas contra ellos. Además de eso, el empleo innecesario de tales infelices medidas deben ineludiblemente llevar a la más horrible y formidable reacción.
La Revolución siendo local, asumirá necesariamente un carácter federalista. Así, después de derrumbar al gobierno establecido, las comunas deben reorganizarse de un modo revolucionario, eligiendo los administradores y tribunales revolucionarios en la base del sufragio universal y en el principio de que todos los funcionarios deben ser hechos directa y efectivamente responsables ante el pueblo.
En el sentido de prepararse para esta revolución será necesario conspirar y organizar una fuerte asociación secreta coordinada por un núcleo internacional.