Título: Crear un pueblo fuerte
Subtítulo: Aportes para la discusión sobre el poder popular
Temas: Anarquismo Dominación Especifismo Movimientos sociales Organización Poder Poder popular Revolución social Sindicalismo Sindicatos Táctica revolucionaria
Notas:
Título original: “Criar um Povo Forte. Contribuições para a discussão sobre Poder Popular”. Este artículo recoge algunas contribuciones y debates de un seminario interno de la FARJ sobre la cuestión del poder popular, celebrado en diciembre de 2009. Doy gracias a los compañeros Rafael Viana y Gabriel Amorin por sus reflexiones en Sao Paulo y Río de Janeiro que contribuyeron a este trabajo.
Texto traducido por el centro de investigación libertaria y educación popular cilep
«Un pueblo fuerte no necesita líderes»
Emiliano Zapata
Para comenzar la discusión sobre el poder popular es importante retomar la idea que se tiene de estrategia de transformación social, ya que nuestra práctica política ─como anarquistas─ es la que podría apuntar a esta transformación. El programa de la Federación Anarquista de Río de Janeiro (FARJ) plantea lo siguiente sobre la estrategia de transformación social:
«Plantear nuestra estrategia de transformación social es lo que estamos tratando de lograr en este texto. En primer lugar, reflexionar sobre la primera cuestión, cartografiar el capitalismo y el Estado que dan cuerpo a la sociedad de dominación y explotación. Posteriormente, reflexionar sobre la segunda cuestión, tratar de enunciar nuestros objetivos finalistas de revolución social y socialismo libertario. Por último, reflexionar sobre la tercera cuestión, proponer una transformación social que se origine a partir de los movimientos sociales ─constituidos en organización popular─ en constante interacción con la organización anarquista. Todo esto teniendo como prioridad los intereses de las clases explotadas. Así, detrás de la concepción de todo este material teórico, hay un razonamiento estratégico».[1]
Por lo tanto, la estrategia que concebimos se basa en los movimientos populares (movimientos de masas), en su organización, acumulación de fuerza y uso de la violencia con miras a alcanzar la revolución y el socialismo libertario. Este proceso se da conjuntamente con la organización específica anarquista que, actuando como catalizador / motor de este proceso, actúa conjuntamente con el nivel de masas y suministra las condiciones de transformación. Estos dos niveles (los movimientos populares y la organización anarquista) también podrían complementarse con un tercero, el de la tendencia, que añade un sector afín a los movimientos populares. Se podría decir, entonces, que el camino para la construcción de esta transformación social tiene relación con nuestra concepción de círculos concéntricos:
“El concepto fundamental de la organización política libertaria son los círculos concéntricos. Este concepto es simple y requiere distintas formas de actividad y niveles de compromiso. El nivel político-específico corresponde al ideológico y atañe a los militantes políticamente organizados [la organización específica anarquista]. Dado que esta organización no es de masas, no tiene una filiación abierta. Se entiende que los niveles político-social y social deben ser masivos y abiertos a todos los militantes populares. El orden político-social corresponde a un sector afín que comparte un estilo de trabajo, pero no necesariamente seguidores en el sentido ideológico-doctrinario [la tendencia]. Lo social propiamente dicho corresponde al conjunto de clases oprimidas, a la noción generalizable de pueblo como un todo. Corresponde a los ámbitos generales de la lucha de clases y popular, la cual suministra la organización al tejido socio-productivo, que es el pilar y fundamento del Poder Popular [los movimientos populares]”.[2]
Así, pues, una discusión sobre el poder popular debe tener en cuenta algunas premisas. En primer lugar, que el capitalismo es una sociedad de clases y que, por tanto, la lucha de clases es un aspecto central. En segundo lugar, la movilización de las clases explotadas y las luchas populares de masas son esenciales, pues basándose en las necesidades, la voluntad y organización, exponen las contradicciones de este sistema de clases. Por último, la discusión sobre el poder popular debe considerar la idea de que la transformación social debe basarse en el protagonismo de estos movimientos, es decir, en el protagonismo del pueblo organizado, lo que diferencia este enfoque de otros que conciben la transformación como una obra de algún partido de vanguardia o como resultado de la acción de un grupo minoritario y aislado de la base (como el caso del anarquismo insurreccionalista ─la propaganda por el hecho─ o el foquismo).
La política debe ser entendida más allá del Estado. Mientras muchos sectores relacionan estrictamente la política con el Estado, nosotros entendemos que, de forma diferente, ella es mucho más que eso, al dar cuenta de las relaciones de fuerza en la sociedad ─lo que la liga directamente a cuestiones del poder─ y la gestión de los asuntos sociales –lo que incluye la cuestión de las decisiones y, por tanto, de la política. En este caso, las relaciones políticas de la sociedad incluirían las distintas fuerzas en juego y, para un análisis de la sociedad contemporánea, es necesario entender la principal fuerza que es la lucha de clases, en la que un conjunto de clases explotadas (trabajadores urbanos, rurales, campesinos, sectores precarizados, etc.) está en constante conflicto con una clase dominante (propietarios urbanos, rurales, administradores, etc.), que tienen en el Estado a uno de sus aliados.
Volviendo a nuestra estrategia en relación a este conflicto, tenemos la intención de aumentar la fuerza social de las clases explotadas y organizarlas para que su fuerza incida en el conflicto, es decir, para construir el poder popular.
Al contrario de lo que remarcan los sectores autoritarios, para nosotros los movimientos de masas no sólo tienen la capacidad de lucha económica de corto plazo, entendemos que es posible, en la organización económica alrededor de las necesidades, desarrollar una lucha que contenga elementos políticos para generar que estos movimientos pasen a ser los protagonistas de la construcción de una nueva sociedad.
A partir de la información que logramos consultar, parece que el concepto de poder popular es relativamente nuevo, aunque se puede reconocer su contenido en los clásicos como Proudhon o Bakunin, a partir de este análisis de las fuerzas sociales en conflicto.
En América Latina podemos identificar dos fuentes principales que han utilizado esta expresión desde la década de los 60. En primer lugar la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), que reivindicaba la necesidad de crear un pueblo fuerte desde la década de 1960 y afirmaba en «La Organización Política es lo Decisivo», hacia 1970, lo siguiente:
«El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo sólo puede resolverse a nivel político, a través de la lucha política. Y ésta requiere una forma específica de organización: la organización política revolucionaria. Sólo a través de su acción, enraizada en las masas, puede lograrse la destrucción del aparato estatal burgués y su sustitución por mecanismos de poder popular. En efecto. Las formas de poder, el Estado, se ubican en un nivel preciso de la actual estructura social. Aunque tienen, obviamente, relaciones de interdependencia con los restantes niveles de la realidad social (económico, ideológico etc.) no pueden ser reducidos simplemente a ellos. En términos concretos, esto significa que la actividad política no puede ser reducida a la lucha económica, a la práctica sindical [...]».[3]
El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile afirmaba en la década de 1970 lo siguiente:
«Concebimos el poder popular como un poder independiente del gobierno actual [...], como un poder autónomo que unifica al conjunto de los sectores sociales (obreros, estudiantes, campesinos, empleados, pequeños comerciantes) de una determinada comuna, tomando a esta como la organización celular de toda ciudad o región. [...] La tarea de la clase obrera es destruir el Estado capitalista y para ello debe desarrollar el poder popular, que progresivamente deberá enfrentar al poder de los patrones [...] El poder popular no se crea por gusto de nadie. Nace y se fortalece al calor de la lucha. [...] [Se debe tener en cuenta el] problema de acumular fuerzas. Un período prerrevolucionario implica una forma particular de sumar fuerzas, a través de la unidad de todas las capas del pueblo [...] en organismos de poder popular. Estos irán forjando una alianza de clase maciza a lo largo de los enfrentamientos sociales, y de allí hará madurar la situación a una situación revolucionaria que permita a la clase obrera tomar el poder».[4]
Sin embargo, en esa época, al igual que hoy, los sectores que reivindicaban el poder popular querían decir cosas diferentes con ese término, veamos:
«Creemos que la idea del Poder Popular, tan en boga en los años 60 y comienzos de los 70, es fiel reflejo de la persistencia de una tradición libertaria subterránea en el seno de la izquierda. Ahora bien, debe recordarse, que el término de ‘Poder Popular’ recibía distintas interpretaciones: mientras para los partidarios más conservadores de la Unidad Popular, Poder Popular quería decir sólo bases de apoyo del Gobierno, pues no concebían un proceso por fuera del Gobierno, ni contra el Estado (quizás porque no concebían un movimiento que fuera más allá de las meras reformas), para sectores obreros y populares de base, y para la cultura mirista, Poder Popular quería decir la organización directa del pueblo, en oposición del Estado y el Poder Burgués. Cuál era el sentido que se le daba, si táctico o estratégico, también es otra discusión. Muchos sectores que así comprendían al Poder Popular, le asignaban un rol sólo en la lucha contra el Estado, pero creían que éste debería asumir su posición subordinada cuando el partido de vanguardia conquistara el poder. Ahora para sectores de base del mirismo, y ligados a experiencias de construcción popular en Comandos Comunales y Cordones Industriales, éstos debían ser las mismas bases de la futura sociedad».[5]
De esta forma puede verse que, desde el inicio, el poder popular es un concepto en disputa, así como el socialismo o el mismo anarquismo. Para la FAU, el poder popular debía ser construido dentro de los movimientos populares y estimulado por la organización política anarquista. Otro elemento importante que aparece, y que será resaltado por la FAU años más tarde, es la impugnación del esquema de infra y super-estructura, negando que la transformación económica pudiera resolver todo el problema del poder presente en otras instancias. Para el MIR, el poder popular se construye en la lucha de las clases explotadas, independiente del gobierno, con el objetivo de acumular fuerzas para derrocar el Estado y el capital, dando todo el poder al pueblo. En ambas posiciones identificamos la idea, también presente en el sindicalismo revolucionario, de que es en el seno de la sociedad actual, en medio de las luchas, que se construye el embrión de la sociedad futura.
Muchos anarquistas en el pasado estuvieron motivados a decir que los anarquistas estaban en contra del poder, relacionando a menudo el poder con Estado o dominación. Sin embargo, para varios anarquistas de nuestra corriente, que realizaron elaboraciones teóricas a la luz de autores que trataron este tema tiempo después, el poder está vinculado a la cuestión de las fuerzas sociales en juego y puede ser bueno o malo, dependiendo de cómo se juzgue. Consideremos de nuevo dos buenas definiciones que se aproximan a lo que podría entenderse como poder. En un documento conjunto sobre el tema, la Federación Anarquista Gaucha (FAG) y la FAU dicen:
«Está claro que esto nos lleva al tratamiento de otro concepto: el poder. Herramienta indispensable. Los estudios que parecen más rigurosos nos indican algunas cuestiones fundamentales, a saber: que el poder circula por todo el cuerpo social, por las diferentes esferas estructuradas. Es decir, por todas las relaciones sociales. Tendríamos así poder en el ámbito económico, jurídico-político-militar, ideológico y cultural. Tendríamos poder en todos los niveles de la sociedad. En menor escala, el poder adquiere también importancia a la luz de la formación de embriones de la nueva civilización, representado en diversas formas de autoorganización o autogestión”.[6]
Fabio López, en su libro “Poder y dominio: una visión anarquista” discutió, a mi modo de ver, de una forma muy acertada esta cuestión y define el poder de la siguiente manera:
«Una fuerza social tiene determinada capacidad de actuación. La capacidad de actuación puede ser entendida como la posibilidad de producir que tiene una fuerza social particular, cuando es puesta en acción por el agente que la detenta [...] Cuando el agente tiene la capacidad para realizar o producir determinado efecto, se dice que él tiene el poder. No es nada de esto, el agente puede ser capaz de entablar una relación de poder, pero no todo lo que el agente lleva a cabo es el poder. [...] Nuestro trabajo se restringe al poder como una relación social. Entonces sólo entendemos por poder aquello que afecta a los agentes sociales. El poder tampoco puede ser entendido como sinónimo de represión: el poder construye, el poder crea, articula y es capaz de estructurar toda la sociedad. Siempre en favor de sus poseedores. Sin embargo, esto no es necesariamente anti-popular. [...] El poder no puede ser un simple sinónimo de fuerza social, porque para tener poder es necesario hacer uso de su fuerza y ésta, a su vez, generar un efecto ─ o por lo menos ser capaz de utilizar esta fuerza (a su conveniencia) y esto ser suficiente para lograr el efecto [...] El poder es la imposición de la voluntad de un agente que a través de la fuerza social se moviliza para superar la fuerza desplegada por quienes se oponen”.[7]
Echemos un vistazo a algunos elementos de la FAU, FAG y Fabio López. En primer lugar, una cuestión relevante es que el poder circula por todas las relaciones sociales, sea entre clases, entre grupos o incluso entre dos personas que mantienen una relación. Así pues, el caso no es acabar con el poder, ya que el poder está vinculado a los conflictos y los conflictos son interminables, por lo que el poder puede modificarse, pero nunca dejar de existir. Así, podemos entender que no hay vacío político, pues si una de las partes involucrada en un conflicto no tiene el poder, podemos decir que el otro lo tiene.
Por lo tanto, al tratar la lucha de clases, el asunto no es discutir cómo poner fin a las relaciones de poder, sino cómo forjar una propuesta libertaria en concordancia con aquello que consideramos esencial, tanto para la definición de las luchas ─bajo una mirada militante─ como para la sociedad que deseamos construir.
Otro punto importante: una cosa es la capacidad de actuación cuando alguien es capaz de producir una fuerza social, otra cosa es cuando hay una fuerza social implicada en el conflicto, y otra, incluso, cuando esta fuerza social supera las otras fuerzas en juego; lo que se constituye en poder. Tomemos estos conceptos aplicándolos rápidamente a nuestra sociedad: las clases sociales, o incluso todos los individuos, tienen una capacidad de actuación. Tomemos el ejemplo de las clases explotadas: tienen esta capacidad, es decir, una fuerza elemental y potencial, pero es necesario ponerlas en práctica para constituir una fuerza social real. Como Bakunin subrayó:
«Es cierto que hay [en el pueblo] una gran fuerza elemental, una fuerza sin lugar a dudas superior a la del gobierno y a la de las clases dominantes en su conjunto, pero sin organización la fuerza elemental no es una fuerza real. Es esta innegable ventaja de la fuerza organizada sobre la fuerza elemental de la gente en la que se basa la fuerza del Estado. Por lo tanto, el problema no es tanto saber si [el pueblo] se pueden sublevar, sino ver si son capaces de construir una organización que les dé los medios para llegar a un final exitoso ─ no por una victoria casual, sino por un triunfo prolongado y definitivo”.[8]
Cuando, como expone Bakunin, el pueblo se organiza poniendo su fuerza en el conflicto de clases y construye una organización capaz de generar los medios para garantizar los fines deseados ─es decir, la revolución social y el socialismo libertario─, puede superponerse a las fuerzas de la clase dominante. Utilizando los conceptos de la FAU, FAG y Fabio López, podemos decir que en el momento en que el pueblo consiga invertir su fuerza social en este conflicto y alcanzar la revolución, él consolida, de hecho, un poder que, por ser consumado por las clases explotadas, podrían ser llamado poder popular.
Pero si los anarquistas no están en contra del poder, ¿contra qué luchan? Aquí entra otro concepto importante que se diferencia del de poder, el dominio.
«Dominio (o dominación) es tener el poder social de los otros (los dominados) y, en consecuencia, de su tiempo para lograr sus objetivos (del dominador) ─ que no son los objetivos del agente sometido. [...] El dominio no puede ser lo mismo que el poder. [...] En el dominio encontramos exactamente los mismos elementos, pero la diferencia es que en la relación de poder, el objeto controlado por el poderoso es diferente del subyugado. En la relación de dominio, el objeto controlado es la propia fuerza social del sometido. En la relación de dominio, la fuerza social del dominado ya no es controlada por él, sino por su dominador. [...] Para que consideremos que el agente está dominado, éste tendrá que utilizar su fuerza social para lograr los objetivos del dominador”.[9]
En el caso del dominio, la diferencia es que la fuerza social de los que fueron sometidos en el conflicto se utiliza a favor de aquel que domina, donde los objetivos de los dominados son diferentes a los del dominador, aunque esta dominación puede ser o no consensual. Aplicando el concepto en el conflicto de clases del capitalismo, podemos decir que la sociedad capitalista es una sociedad en la que existe el dominio, pues el propietario, por ejemplo, a través de la propiedad privada de los medios de producción, domina a los trabajadores obligándolos a vender su fuerza de trabajo, que es utilizada para los objetivos del propietario ─ la obtención de beneficios, entre otras formas, para la obtención de plusvalía. El dominio nunca es popular y no puede ser defendido por aquellos que quieren construir una sociedad en libertad e igualdad, por tanto, podemos decir que no es contra el poder que luchan los anarquistas, sino contra el dominio.
Muchos anarquistas argumentan que la construcción de poder (que se caracteriza por la movilización de los sectores de base de abajo para arriba) y por lo tanto del poder popular, es, en realidad, el camino de la transformación. Veamos con más profundidad el concepto de poder popular.
He aquí algunas definiciones de poder popular para continuar la discusión. Gilmar Mauro, militante del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), tiene una forma interesante de definir el poder popular, como una nueva forma de poder:
«El poder popular, por lo tanto, surge y se realiza con y por el pueblo (en cuanto clase social) en un proyecto de construcción del socialismo. Es la capacidad de pensar, proponer y hacer su propio destino y el destino de la comunidad, región y país, respetando las diferencias culturales e individualidades. La individualidad, aquí, entendida no en el sentido del individualismo burgués, sino de las capacidades físicas y mentales y la subjetividad de los individuos, ya que todo proceso de construcción del Poder Popular necesariamente tendrá que ser colectivo.
Construir el nuevo poder, es decir, crear el poder popular, significa crear nuevas formas de relaciones humanas, nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones políticas. Éstas no pueden comenzar a partir de la «toma» del aparato estatal, sino deben tener lugar en el proceso, en el camino. [...] Si queremos libertad, nuestro accionar tiene que ser libertario.
Construir Poder Popular significa construir diariamente nuevas relaciones en los procesos de lucha, en las escuelas, en las familias, en las relaciones entre militantes, en las estructuras organizativas. En todos los espacios debemos forjar y ejercitar los valores y la cultura del poder popular. Los sujetos no se realizan por una concesión que les da, sino por su lucha, pues a través de ella se conquista el derecho y se adquiere conciencia del mismo. La conciencia del Poder Popular no será impuesta desde el exterior ni de arriba para abajo, sino se dará a partir de un proceso de ‘praxis’ innovadora, lucha/reflexión, práctica/conciencia, errores/aciertos.
En la actualidad, y para no caer en el idealismo, el Poder Popular, en cuanto forma, debe ser una ‘democracia popular’, ya que experimentamos y aprendemos en medio de las desigualdades. Si hay desigualdades debe existir una democracia que respete las opiniones y los derechos de las minorías (políticamente hablando), y que, al mismo tiempo, haga un permanente ejercicio de construcción de hegemonía de la clase obrera lo más horizontal posible. Sin embargo, no puede haber una democracia burguesa, impregnada de la noción falsa de igualdad, donde las posibilidades se diferencian por las posesiones de cada uno. Deberá ser un ejercicio de la democracia solidaria, de la participación directa y de la construcción de la conciencia de clase”.[10]
Juan C. Mechoso, de la FAU, contribuye también con la siguiente definición:
«El poder popular ejercido por los trabajadores y el pueblo con organismos por ellos controlados, ampliamente democráticos y participativos, serán los que asumen tal control, apropiándose de las funciones tutelares ejercidas desde la esfera estatal. Por eso es que una estrategia de poder popular debe tener como premisa esencial la construcción de esos organismos y ésta es una tarea política clave que desde ya debiera estar jugando un rol de primera línea en la determinación de si el futuro revolucionario será socialista y libertario o no. Por eso que la derrota del orden capitalista y autoritario, de un auténtico poder popular, se está jugando todos los días, en relación a como se orienta y concreta el trabajo político y social permanentemente”.[11]
A partir de estas definiciones podemos tratar de atar algunas cosas. En primer lugar, insistimos que resolver el problema del poder, en términos de relaciones sociales, no significa ser amigo del patrón. Estamos hablando de una sociedad de clases y de un proceso que tiene lugar en la lucha de clases y, por lo tanto, siempre debe tener una perspectiva clasista. Por lo tanto, un proyecto de poder popular es el que constantemente trata de aumentar la fuerza social de todos los oprimidos, aplicando esta fuerza en el conflicto, conquistando luchas de corto plazo y manteniendo un horizonte revolucionario y socialista. En el momento en que los oprimidos logran sobreponer su fuerza a la de la clase dominante, consolidan su hegemonía y el poder popular, ya que creemos que este poder sólo puede realizarse plenamente en una nueva sociedad de igualdad y libertad, es decir, una sociedad en la que el dominio no exista, en la que las asociaciones y organizaciones sean de carácter voluntario, no alienado, y en la que no exista más explotación y dominación; una sociedad en la que existan libertades individuales, pero que éstas se den dentro de un marco de libertades colectivas.
Esto necesariamente implica un análisis en términos de medios y fines, que también está presente en la discusión del poder popular. Es decir, si queremos construir una sociedad donde la libertad y la igualdad sean sus pilares, tenemos que escoger un camino que conduzca a este fin. Y los anarquistas siempre reivindicarán esta coherencia entre medios y fines, con el argumento de que el camino que tomemos determinará el lugar a donde lleguemos. No consideraremos tomar un camino hacia el sur si queremos llegar al norte. Así, crear el poder popular, es decir crear un pueblo fuerte, que sea protagonista tanto de sus luchas como de la futura sociedad, exige que el pueblo tome su destino en sus propias manos. Por tanto, pensar en el poder popular significa pensar en un modelo de organización popular, un estilo militante para las luchas que van a determinar los objetivos finalistas. La forma de estas luchas debe construir el nuevo mundo dentro de éste, y, dentro de estas luchas, debemos tratar de retomar una cultura propia de las clases explotadas y fortalecer las nuevas relaciones sociales, lo que contribuirá a la construcción del poder popular. Para hablar de cómo deben construirse las luchas, es necesario que discutamos un poco sobre la estrategia.
Se debe pensar el poder popular en dos momentos distintos. Uno, cuando está siendo construido en las luchas actuales, y otro, cuando está consolidándose en el momento post-revolucionario.
Pensar el poder popular hoy en día, implica pensar en las luchas de los movimientos populares. Por lo tanto, construir poder popular en la actualidad sólo puede significar dos cosas: crear movimientos de base popular o integrar los ya existentes. En este caso, se trata de una cuestión táctica si se debe hacer una cosa o la otra. En situaciones en las que es posible actuar en movimientos existentes, es la mejor alternativa, pero si esto no es posible (por el esquema de funcionamiento del movimiento, etc.) o en caso de no existir movimientos populares, se puede optar por su creación, recordando que en nuestra concepción los movimientos deben constituirse sobre la base de las necesidades (empleo, tierra, trabajo, vivienda, lucha contra la violencia, etc.) y luchar por beneficios a corto plazo (reformas) que finalmente es lo que moviliza. La manera como se conquistarán estas reformas y la forma como se desarrollará la lucha, determinará si el poder popular está siendo o no creado y si apunta a una nueva sociedad tal como la entendemos. Veamos cuáles son las características de los movimientos sociales que apuntan a un proyecto de poder popular. Según la FARJ:
«Ellos son lo más fuerte posible, con el mayor número de personas y una buena organización, y están orientados a la lucha que consideran prioritaria. [...] Los movimientos sociales no deben ajustarse y limitarse a una ideología, cualquiera que sea, [...] de la misma forma pensamos sobre el tema de la religión. [...] Otra característica importante de los movimientos sociales es la autonomía que se establece principalmente en relación con el Estado, los partidos políticos, los sindicatos burocratizados, la iglesia, entre otros. [...] Su combatividad. Al afirmar que deben ser combativos, queremos decir que los movimientos sociales deben alcanzar sus logros sociales imponiendo su fuerza y no depender de favores o buenas obras de cualquier sector de la sociedad, incluyendo el Estado. [...] La acción directa, como forma de acción política que se opone a la democracia representativa. Los movimientos sociales no deben tener como objetivo alcanzar la confianza de políticos que operan dentro del Estado para que represente sus intereses. [...] Los movimientos siempre se organizan fuera del Estado, con el argumento de devolverle el poder político al pueblo. [...] La democracia directa como método de toma de decisiones. La democracia directa tiene lugar en los movimientos sociales cuando todos los que están involucrados participan efectivamente en el proceso de toma de decisiones. [...] Las decisiones son tomadas de forma igualitaria en asambleas horizontales (todos tienen la misma voz y el mismo poder de voto), donde los temas son tratados y deliberados. [...] En este modelo de movimiento social es importante llevar a cabo una conducta militante con ética y responsabilidad. [...] Los movimientos sociales son un espacio privilegiado para el desarrollo de la cultura y la educación popular. [...] todos los que se movilizan fortalecen su aprendizaje, y las nuevas formas, manifestaciones, lenguajes, experiencias y vivencias reflejan el espíritu de lucha. [...] Las conquistas de corto plazo, denominadas reformas, cuando son alcanzadas por los movimientos sociales, servirán como una estrategia para disminuir el sufrimiento de los que luchan y, al mismo tiempo, enseñan el significado de la organización y lucha. [...] La perspectiva revolucionaria a largo plazo. En este caso, la idea es que los movimientos sociales, más allá de tener sus banderas específicas (tierra, vivienda, trabajo, etc.) puedan tener como objetivo la revolución y la construcción de una nueva sociedad. Entendemos que la lucha de corto y medio plazo se complementan con esta perspectiva a largo plazo y no son excluyentes”.[12]
Por lo tanto, estas características de los movimientos, fomentadas por un particular estilo de trabajo que implica un proceso y una conducta militante, conducirán a la construcción del poder popular. Es decir, tiene como objetivo, en el seno de la lucha de clases, la creación de un pueblo fuerte, capaz de protagonizar la transformación social.
Teniendo una revolución social, el poder popular, que estaría construyéndose durante la lucha, tendría que funcionar como un “periodo de transición», en el sentido expuesto por Dielo Truda en la «Plataforma»: garantizando la destrucción del Estado y su sustitución por la participación popular generalizada, es decir, por la autogestión y el federalismo en sentido pleno. Es en este orden de ideas que el colectivo Lucha Libertaria trata este tema:
«El poder popular es también socialista, ya que todo el mundo podrá participar en todos los procesos de planificación y decisión de la sociedad a través del mecanismo federativo que permite la participación de todos y, en caso de ser necesario, tiene un organismo superior de decisión. Es decir, el poder será efectivamente socializado. [...] En cuanto al funcionamiento del Poder Popular Socialista, los mecanismos son exactamente iguales a los que proyectamos para el federalismo político en la etapa comunista-anarquista: la participación de todos, las decisiones colectivas, revocabilidad de las funciones, igualdad de acceso a la información y poder de decisión, etc. En cuanto a la estructura organizativa se presenta lo mismo: consejos con tareas deliberativas y federaciones industriales con tareas ejecutivas».[13]
Así, es en este sentido que el poder popular se construye lo largo de las luchas, al mismo tiempo que proporciona el desarrollo y el camino de la sociedad futura hacia la consolidación del socialismo libertario.
En esta discusión de la estrategia, surge una serie de interrogantes que en este artículo no vamos a poder desarrollar, pero merecen una reflexión en el futuro. Son cuestiones que acompañan la discusión del poder popular y son realmente muy extensas. Podemos citar algunas: i) la cuestión del sujeto revolucionario, ya que en la concepción del poder popular de los anarquistas no se da preferencia a una clase o sector de clase, como hacen los socialistas que enfatizan en la clase obrera y los sectores industriales y en el esquema de infra- y super-estructura, pues para los anarquistas, a pesar de reconocer que el contexto económico es absolutamente central, consideran que éste no determina todos los demás ámbitos de la sociedad y, por lo tanto, un proyecto de poder popular debe tener en cuenta, además del ámbito económico, los ámbitos jurídico-político-militar e ideológico-militar; ii) la relación entre la organización política y los movimientos populares, ya que si entendemos que la organización anarquista actúa como levadura/motor de los procesos, debemos saber con precisión cómo desarrollará su trabajo para proporcionar protagonismo a los movimientos y no a sí misma; iii) el papel de la organización anarquista centrada en la creación y organización de las luchas, o simplemente en la difusión de propaganda; iv) las diferencias entre teoría e ideología, ya que para nosotros la ideología está en el campo de las aspiraciones y los deseos, mucho más que en el campo de la ciencia, y por lo tanto, hay una necesidad de elaborar lecturas con un objetivo conceptual que, basado en la teoría y la ciencia ─no en la ideología─, nos permitirá ver las cosas con claridad; v) el papel de las luchas antiimperialistas, anti-colonialista y contra la opresión de género y raza en la construcción de poder popular; vi) finalmente, las alianzas tácticas y estratégicas y la necesidad de coherencia de las tácticas con la estrategia. Mucho más podría decirse sobre éstas y otras cuestiones.
Una de las cuestiones a ser tratadas es el nivel de disputa en torno al concepto de poder popular por aquellos que lo utilizan. No hay duda de que nuestra corriente desarrolló discusiones y razonamientos muy productivos sobre el tema. Sin embargo, por desgracia, si ampliamos un poco la búsqueda de este debate veremos que hoy en día poder popular, como concepto ─así como socialismo, democracia, libertad, etc.─ no dice mucho por sí solo. Muchas otras corrientes, por fuera del anarquismo pero aún en el campo de la izquierda, vienen reivindicando el poder popular como un proyecto a ser construido dentro del ámbito de las relaciones gubernamentales con el Estado y la burocracia, mientras que otras lo reclaman como un proyecto popular que, en el momento más oportuno, debería dar lugar a la vanguardia a través de estructuras jerárquicas.
Por esta razón, cuando estamos en el trabajo social en medio de los movimientos sociales, decir que defendemos el poder popular ya no significa mucho. Necesitamos siempre dar una explicación y disputar este concepto que, aunque otros lo defiendan, muchas veces en medio de las explicaciones se evidencian diferencias irreconciliables. Esto puede ser un punto positivo, ya que teniendo afinidad con el término hay posibilidades de ir dándole el sentido que queremos.
Hoy en Brasil, la FARJ, a pesar de utilizar la misma lógica conceptual descrita en este debate, hasta el momento prefiere no recurrir al término poder popular para diferenciarse de otros sectores. Considera, simplemente, que no es un concepto que valga la pena ser disputado. Sin embargo, otras organizaciones especifistas, además de usar el término poder popular, lo colocan en el centro de su estrategia de transformación y propaganda. Me parece importante, en este momento, escuchar los argumentos de las dos perspectivas del debate, con sus respectivos argumentos. Esto será crucial para el futuro. Debemos estar abiertos a los argumentos, midiendo y valorando con criterio los pros y los contras de estas reivindicaciones.
Es necesario, por último, debatir y discutir más sobre las cuestiones de fondo que intenté exponer a grandes rasgos en este artículo. Ciertamente, un anarquismo especifistas a nivel nacional necesitará cualificarse en este tema, lo que considero de suma importancia. Por eso invito a los compañeros de ésta o de otras corrientes anarquistas, o de otros sectores de izquierda, a iniciar un debate sobre los temas aquí presentados.
En conclusión, retomemos la frase del revolucionario Emiliano Zapata, usado como epígrafe de este texto, cuando enfatiza que «un pueblo fuerte no necesita líderes». En esto estamos totalmente de acuerdo. Para un proyecto de poder popular, en los términos que intentamos presentar en este artículo, llámesele como se le quiera llamar, es imprescindible la creación de un pueblo fuerte. Sólo así el pueblo podrá protagonizar la deseada transformación social.
[1] FARJ. Anarquismo Social e Organização. São Paulo/Rio de Janeiro: Faísca/FARJ, p. 198 Leer el documento completo en: http://www.anarkismo.net/article/10861
[2] Bruno Lima Rocha. “A Interdependência Estrutural das Três Esferas”, 2009 (tesis de doctorado). Lo que figura entre paréntesis fue adicionado por mí.
[3] FAU. “La Organización Política es lo Decisivo”. En: Juan Carlos Mechoso. Acción Directa Anarquista: una historia de FAU. Montevideo: Recortes, s/d, p. 194 Hay partes de este documento que fueron compilados por mí en el artículo “A Organização Política Anarquista” http://www.anarkismo.net/article/10387
[4] Víctor Toro, dirigente del MIR, en una entrevista publicada en la revista Punto Final en 1973 Ver la entrevista íntegra en el final del artículo de José Antonio Gutiérrez Danton “Los Libertarios y las lecciones del Golpe de Estado en Chile” http://www.anarkismo.net/article/9846
[5] José Antonio Gutiérrez Danton “Los Libertarios y las lecciones del Golpe de Estado en Chile”.
[6] FAU/FAG. “Wellington Gallarza y Malvina Tavares: material de trabajo para la formación teórica conjunta”.
[7] Fabio López. Poder e Domínio: uma visão anarquista. Rio de Janeiro: Achiamé, 2001, pp. 61-62.
[8] Mikhail Bakunin. “Necessidades da Organização”. En: Conceito de Liberdade. Porto: Rés Editorial, s/d, p. 136.
[9] Fabio López. Poder e Domínio, pp. 83-87.
[10] Gilmar Mauro. “Construir o Poder Popular: o grande desafio do novo século”.
[11] Juan Carlos Mechoso. “La Estrategia del Especifismo: entrevista a Felipe Corrêa”, 2009 Aún inédito, pero muy pronto será publicado en portugués y español.
[12] FARJ. Anarquismo Social e Organização, pp. 111-122.
[13] Luta Libertária. “Socialismo Libertário: um projeto em construção”. http://www.treinoonline.com.br/osl/documentos.asp